31/3/20

Vivarium


Muy extraña, muy perturbadora. Ni una concesión al espectador, en plan: si no te gusta te aguantas, no haberte metido donde no te llamaban.
Gemma y Tom. Van a una inmobiliaria pues buscan casa. Les muestran una urbanización. Casas iguales, jardines iguales, calles iguales. El hombre de la inmobiliaria desaparece y ellos ya no pueden salir de allí.
Y hacen lo que tú y yo haríamos para salir de un sitio así. Pero no hay manera. Y luego pasan cosas que aparentan tono de comedia surrealista pero que se transforman en un juego metafórico de terror psicológico y existencial. Nada de vísceras ni cosas así. El terror de la vida ordinaria con pautas divergentes e inesperadas.
Una urbanización tan perfecta que es una maqueta. Literalmente. Tan perfecta que es el infierno. Donde el ser humano es un mero adorno en una existencia sin sentido. Hay juegos visuales magníficos, retorcidos. Todo con colores cálidos, confortables, amables. Salvo lo que hay bajo la superficie. Atrapados en un ciclo permanente en el que tratan de dar lógica a lo que no lo tiene.
No conviene explicar mucho porque la película te rompe la cintura cada poco tiempo. Y no te va a dar respuestas. Porque esa es la premisa de un mundo sin propósito.
Imogen Poots y Jesse Eisenberg cargan con el peso de la historia con mucha solvencia. Ellos y ese personajillo tan desquiciante.

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