Una vez más se demuestra lo maravilloso que es internet.
Ayer pude ver de nuevo uno de esos capítulos flipantes de Los Cinco. La serie de los 70, la que yo recordaba. La foto que he puesto es de la serie de los 90 pero, la verdad, parece tan retro como la otra.
Ana era la chica de buen corazón de la que todos estábamos secretamente enamorados aunque siempre resultase un estorbo; Georgina, o George, como a ella le gustaba que le llamaran, era el marimacho; Julian era el mayor y Dick el menor de los chicos y en cuanto a psicología eran indistinguibles: estaban ahí simplemente para ser un génerico par de de varones. Y el perro.
Enyd Blyton los creó. La editorial los recreó como novela de suspense y misterio para niños. Cuando leía los libros, la verdad es que llegué a pensar que se trataba, en realidad, de una serie de recetas de cocina inglesa. Los Cinco se pasaban el día comiendo. Meterse en líos sólo era un paréntesis entre comida y merienda o entre merienda y cena o entre cena y desayuno o entre desayuno y piscolabis. Y venga cerveza de jengibre y pasteles de carne y té de las cinco y galletas de mantequilla y roast beef y crumbles. Yo iba a leer un libro de misterio y acababa empachado.
La serie de televisión se inclinaba decididamente por el misterio. Por un lado sólo tenían 25 minutos para condensar la historieta y, además, supongo que los productores no querían recibir denuncias por alentar la obesidad infantil.
Tras ver el capítulo me quedé perplejo. ¿De verdad me gustaba a mí aquello? Pues sí, como Mazinger Z o Comando G. Tan malo como encantandor, tan patético como nostálgico. En fin. Es como Franco. Te podrá caer mejor o peor, pero si naciste antes del 75 al menos éramos más jovenes.