Un
padre y su hija, trovadores ambulantes, se resguardan en una cueva.
Atemorizados al descubrir que allí vive un oso, deciden contarle la historia de
la famosa invasión de los osos en Sicilia en la que un padre oso acudió al
rescate de su osezno. Pero, tras el final feliz, el oso les cuenta lo que
ocurrió después.
La
primera parte es sencilla y está claro en gran medida quiénes son los buenos y
los malos. La segunda parte muestra una mayor complejidad. Emerge el lado
oscuro de los personajes y encierra lecturas políticas muy ambiguas que se
prestan a interpretaciones complejas y no necesariamente positivas.
Se
puede hablar de la corrupción, de lo negativo de una invasión, de que no se
comprende a los pueblos ocupados, de la decadencia de un imperio… Pero también
de la imposibilidad de que dos culturas o razas se entiendan.
Por
eso no me parece que sea muy aconsejable para niños. Hay algo tortuoso en el modo en que aflora,
en gente buena, la maldad, la injusticia, la incomprensión, la envidia, los
vicios… Hay algo de Kafka, algo de Camus, algo de xenofobia, algo
de miedo al otro o, al menos, de ver en el otro a alguien incomprensible.
Claro,
que uno también puede verla sin pensar. A mí me dio por pensarla.
Estéticamente
es magnífica. Minimalista, con un colorido abrumador y habilidad para la
expresividad con rasgos sencillos. Hay muchos elementos mágicos y fantasiosos
que dejan unas cuantas escenas llamativas.
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