Harriet Tubman es uno de esos
personajes históricos que merecían una película. Y no es ésta.
Su
biografía es alucinante. Hagamos un repaso. Se fuga de una plantación, una
huída en solitario de 160 km. a pie; apenas descansa y realiza 13 expediciones
en las que libera a 70 esclavos ganándose el apodo de Moisés; se alista en el
ejército durante la Guerra Civil, capitanea un batallón de soldados
afroamericanos, dirige una asalto armado, participa en otros y libera a 750
esclavos; y cuando todo acaba y puede relajarse se dedica a reclamar el
sufragio femenino.
Un
personaje así merecía una historia mucho más épica, emocional e impactante. La
película se ciñe a esa tibieza cronológica que atraviesa los hechos sin llegar
a calar en el personaje. Es un biopic
de aproximación, anecdótico. Pero no aporta gran cosa tratándose de alguien tan
conocido en Estados Unidos (según una encuesta, la tercera persona más famosa
de la historia americana). Los datos ya los conocen. Era necesaria una
narrativa más potente, más personal.
Buen
trabajo de Cynthia Erivo pero no es suficiente para elevar la película
por encima de la media. Para quien no sepa mucho de Harriet puede servir
como introducción. Pero su vida es bastante más de lo que se nos cuenta.
Una
anécdota que no sale en la peli. Estaba tan acostumbrada al sufrimiento que en
una ocasión, cuando tuvieron que operarla en la cabeza, no quiso que le
anestesiaran. Se conformó con morder una bala.
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