Alguien malote ha matado a la hija de Nicolas
Cage que, aunque hoy día es un hombre honrado, tuvo en el pasado relaciones
con la mafia. Todo el mundo dice a Cage que lo deje estar. Pero ya sabes
cómo son los guionistas: quieren que la peli dure unos 90 minutos y les apetece
que haya más vueltas en la historia.
Así que Nicolas Cage hace lo que le
gusta hacer en todas sus películas: vengarse y gritar. Gritar mucho y fuerte
para que quede claro que está muy enfadado.
El final es malísimo, de lo más absurdo que
he visto. No sólo toma por imbéciles a la mafia y a los polis que investigan la
escena del crimen, sino que consideran que el espectador también lo es.
Me gustaron algunas cosas de la
planificación. Quizá Paco Cabezas, con un libreto con sentido, pueda
dirigir algo decente. Pero tuvo que arar con esos bueyes y así quedó la cosa.