Probablemente
es la última peli que veo en cines hasta que termine el coronavirus.
Takashi Miike llegó a dirigir 15
películas en dos años. Eso significa que en su filmografía hay desde auténticas
basuras a películas bastante buenas. Más de lo primero que de lo segundo,
claro.
Además
se le va la pinza con frecuencia. Incluso en sus productos más serios, si se le
ocurre una gansada, la coloca, venga o no a colación. En esta ocasión llega con
la medicación bastante ajustada a First
Love, pero no del todo.
Monica
está secuestrada y es obligada a prostituirse. Además la jakuza y un poli
corrupto la implican en un robo de drogas. Monica conoce a un chico boxeador al
que acaban de diagnosticar un tumor cerebral.
Miike
organiza el caos habitual que suele organizarse en estos casos: mafias diversas
contra alguien que no tiene nada que perder. A eso hay que sumarle el caos particular
que el director tiene en la cabeza. Un cóctel de comedia absurda, toques de
sentimentalismo, brutalidad y mucha sangre. Hasta utiliza una secuencia de
animación para ahorrarse dinero de efectos especiales.
La
ventaja es que cada interacción acaba de modo inesperado: el tipo del táser, el
que pretende violar a una chica, la irrupción inesperada de una anciana…
Ni
de lo mejor de Miike ni de lo peor. Un entretenimiento bastante efímero.
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