1998.
Un avión desaparece. 2022. Una mujer recibe una llamada de su padre
desaparecido en aquel avión. Anna es una periodista a la que
contrata un tipo con dinero e influencia para que investigue el caso.
Y otros asuntos colaterales.
En
sus mejores momentos me recordó a Fringe.
Le vi potencial para ir en esa dirección. Me parece muy buena serie
en sus inicios. El guion decae en gran parte en el momento en que
aparece la empresa de Altai-Kizhi.
A
partir de ahí las decisiones de los personajes dejan de ser
coherentes y, sea por la falta de presupuesto o de ideas, la serie se
estanca. Unas veces los protagonistas se infiltran con facilidad y
otras no; unas veces los quieren matar y otras son indispensables; en
ocasiones quieren secuestrarlos, otras los liberan. La situación es
idéntica a ojos del espectador pero el capricho (la necesidad de
estirar a 8 capítulos) obliga a esas redundancias ilógicas.
Pienso
que lo tenían fácil, que pudieron, como en Fringe,
crear un nuevo misterio por capítulo. Me resulta raro ese bloqueo
creativo.
La
fotografía tiene sombras muy oscuras, con contrastes duros.
Agradable en la mayoría de sus escenas diurnas porque quita brillo y
resalta paisajes y cielo, pero no me convence siempre. La
planificación es bastante buena, con recursos interesantes.
La
historia de ciencia-ficción me resulta atractiva. Aunque el tema ya
ha sido tratado en muchas ocasiones (Fringe,
Counterpart…)
la perspectiva rusa aporta algo de originalidad. Hasta que se agota
demasiado pronto. La mezcla de científicos y chamanes mongoles
también me satisfizo.
-Todos
viven con una esperanza. Y esa es su principal debilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario