5/3/25

Matar a un ruiseñor

Novela y película me fascinan. En sí mismas y por lo que las rodea. Única novela que escribió
Harper Lee. Y gana un Pulitzer y se convierte en un clásico instantáneo. La película nadie quería hacerla porque no había acción, romance, un castigo ejemplar para el villano, hablaba de violaciones y de negros. Y la sombra de la novela asustaba. Alan J. Pakula fue el productor que se atrevió con ella.
Aún hay más elementos en el entorno. Como que el niño pedorro que aparece sea el retrato no muy oculto de Truman Capote. Eso y que Harper Lee se llevara el Pulitzer no le sentó nada bien.
Pero todo eso es lo de menos al lado de sendas obras maestras (libro y peli). Recuerda que estamos a comienzos de los 60, que toca temas sobre los que Hollywood solía pasar por alto y la lucha por los derechos civiles de los negros casi acababa de empezar.
Y Harper Lee y Robert Mulligan descubren el modo adecuado de presentar toda esa sordidez: a través de los ojos de una niña que dulcifique y haga amable, en la medida de lo posible, un mundo injusto, racista y miserable.
Scout es una niña un poquito marimacho, tiene un hermano, Jem, son huérfanos de madre y tienen una relación muy peculiar con su padre Atticus. Una criada negra, Calpurnia, viene a ser el referente femenino. Son el islote de bondad. Atticus, abogado, tendrá que defender a un negro acusado de violar a una chica blanca.
Es una película imprescindible. Hay algo de irrepetible en esa historia tan sencilla, tal vez porque suena a verídica, porque no es un cliché. Hay algo mágico en lo que logra transmitir emocionalmente. Hay algo magnético en cómo atrae las miradas sin ser un rodaje llamativo salvo porque Mulligan sabe colocar siempre la cámara en el mejor sitio.
James Stewart no quiso el papel (Atticus era demasiado liberal, según él) y Gregory Peck no dudó ni un segundo. Sabía qué hacer exactamente con el personaje. Tanto que Harper Lee lloró al verle en el rodaje de la primera escena porque le recordó a su padre. Eso prueba lo bien que lo escribió ella y lo bien que lo entendió él.

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