Mis
reticencias hacia el cine de juicios se deben a un hecho sencillo:
pienso que hay tres películas “fundacionales”, por así decir, y
las demás son variaciones no lo suficientemente interesantes. Quizá
hay una cuarta.
Hablé
de una la semana pasada: Matar a un ruiseñor. Hablaré
de la tercera la semana que viene (si la encuentro y logro verla de
nuevo): Anatomía de un asesinato. Y está la segunda,
la de hoy.
El
planteamiento: un chico acusado de asesinato.
La
trama. 12 hombres del jurado con un veredicto de culpabilidad fácil.
Hasta que el que el jurado nº 8 decide complicar las cosas. Henry
Fonda le busca las vueltas al asunto y plantea la duda razonable.
Para mí no se trata tanto de un juicio como de desnudar nuestros
prejuicios, nuestras generalizaciones, lo que nos influye el ambiente
y creencias, eventos que nos han manipulado en nuestra biografía,
nuestros agobios del hoy, el dejarnos arrastrar por lo que dirán
otros, la desgana para pensar por nosotros mismos y, en definitiva,
lo complicadísimo que es utilizar eso que parece fácil: la razón.
¿Para qué voy a pensar si los periódicos ya me lo resumen en un
cliché? Cualquier ideología reduccionista (woke, comunismo, nazismo, capitalismo, nacionalismo) debe ser analizada, criticada.
Debe pasar por el tamiz de la razón para ser desmontada. Porque la
respuesta universal a los problemas no existe. El mundo y las
personas son complejos.
Pero
luego está algo para mí aún más importante: el modo de rodarlo.
Una habitación y una genialidad: que haga calor, que no funcione el
ventilador, que la humedad se incremente. Claustrofobia, sudor,
incomodidad. Esa decisión de Sidney Lumet me parece lo mejor de toda
la película: la atmósfera pegajosa, viscosa, asfixiante.
Era
algo que no hacía ninguna falta al argumento. Y entonces no habría
sido una obra maestra. Era algo anecdótico y es lo que hace que sea
brillante.
Y
lo que tiene narices es que fue la opera prima del director.
La
cuarta película de juicios que podría tener un pase sería Testigo
de cargo. Ya repite algunos clichés pero también ofrece
numerosos elementos originales. El remake ruso, 12,
no estuvo mal.
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