Siglo
XVIII. El marqués Jacques Antoine Saturnin d’Urfé, enviado
diplomático del rey de Francia a un país de la Europa del Este,
anda perdido por los bosques. Una familia le da cobijo.
En
la mitología eslava un vourdalak es un vampiro que vampiriza al
resto de la familia.
Es
una película muy extraña, con indudables aspiraciones artísticas,
con riesgos y momentos sugerentes.
En
muchos momentos es deliberadamente teatral: atmósfera retro, casi
como de cine mudo, muchos encuadres fijos, actuaciones
intencionadamente exageradas, histriónicas. Pero al mismo tiempo
tiene cosas muy modernas y un sentido cinematográfico marcado: uso
de la luz y sombras, secuencias irreales sólo posibles por el
montaje, juegos visuales… Es una mezcla peculiar de antigüedad y
modernidad, de aire retro y vanguardista.
Tiene
mucho de farsa: su tono de comedia, ese monstruo “marioneta”, su
sentido satírico… Pero al mismo tiempo cumple con su función de
relato de terror, con toques grotescos y perturbadores.
Son
muy pocos personajes, suficientemente desarrollados en su psicología
y está claro que el presupuesto estaba ajustado. Pero su fotografía,
vestuario y música están muy pensados para lograr el efecto que se
busca.
Más
arriesgada que Nosferatu (2024) y ahora hasta pienso
que Eggers le ha plagiado una escena a Adrien Beau en
forma y fondo. Pero seguro que sólo es una casualidad.
Sólo
para cinéfilos que busquen alternativas al cine de terror.
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