Es
una de esas películas que trata de convencerte de que la vida,
aunque sea una mierda, merece la pena ser vivida porque cada día
tiene algo bueno.
Hay
muchos clichés. Muchos clichés franceses. Hay carretadas de
películas franchutes similares.
Dejando
al margen su estructura tópica hay elementos interesantes. En primer
lugar lo rápidamente que pasa sobre lo que podría parecer esencial,
el drama inicial, el conocimiento de los hermanos. Prefiere centrarse
en el “algún tiempo después”, los interrogantes de qué habría
pasado si…
Ahí
no busca ni lo llamativo ni la comedia forzada. El relato se
fundamenta en una cotidianeidad que me sorprendió. No busca la
carcajada. La relación y conflictos entre los hermanos son bastante
naturales, fluidos, lógicos. El drama no es histriónico y la
comedia está hecha de detalles humanos corrientes.
Una
de las pocas ocasiones en que la cámara en mano funciona de modo
infalible es ese momento en que los personajes han alcanzado el
puntín (o la borrachera) y comienzan a moverse. Aquí lo hacen y no
falla.
El
final, ese Bolero
de Ravel
para orquesta y coro, es precioso. Hacen bien en el corte rápido y
evitar ponerse sentimentales.
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