Lo
mejor de la película es la primera escena. La casa caótica, la niña
émula de Spider-man,
la foto del frigorífico, las voces ininteligibles… Visual, sin
palabras, creando en un par de minutos la personalidad de la
protagonista.
A
partir de ahí todo está mal.
Película
de rascacielos con secuestradores. Pienso que el género se agotó
con La
jungla de cristal
y que las que
vinieron después ya eran demasiadas, pero eso no va a impedir que
las sigan haciendo.
Joey
es la limpiadora exterior de los cristales del rascacielos. En ello
anda cuando unos terroristas ecologistas
asaltan el edificio. Resulta
que Joey
también es exsoldado.
Hay
una propuesta ecologista facilísima de entender. Y la repiten
decenas de veces. Cuando asaltan, cuando toman rehenes, cuando hablan
con Joey, cuando hablan con la inspectora, cuando hablan entre ellos,
las confesiones que obligan a pronunciar a los rehenes… Una y otra
vez la misma conversación acerca del mismo tema. En una película de
acción eso es destruir el ritmo por completo. No son comentarios
rápidos. Son minutos y minutos de conversaciones que ya entendimos
la primera vez.
Lo
dije en otra ocasión: Martin
Campbell
rueda bien las escenas de acción pero no sabe qué hacer con todo lo
demás. Pero es que, básicamente, se trata de unas pocas peleas a
puñetazos y luego hay que completar hasta los 90 minutos.
Inverosímil,
mal montada, con Clive
Owen
en uno de esos papeles anzuelo de 5 minutos. Daisy
Ridley
no está bien ni mal. Es un papel mecánico.
No
puedo creer que sea tan mala. Tienen La
jungla de cristal
para ver cómo se deben hacer estas cosas y ni la han mirado.
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