Arthur
es
un inglés afincado en Italia. Tiene un don para localizar restos
antiguos y convive junto a unos ladrones
de yacimientos arqueológicos. Está
triste desde que perdió a su esposa Benjamina.
Siempre
me pasa lo mismo con las películas de Alice
Rohrwacher:
me gustan muchísimos sus personajes y sus guiones imprevisibles, sus
símbolos y sus pequeños toques de realismo mágico. Pero me agota
su persistencia en el neorrealismo . Bueno, el suyo y el tantos
directores italianos. Y
sé que el problema es mío.
Lo
único que me molesta de esta extraordinaria película es su estilo.
Pero, claro, es que el estilo es muy importante. Si esta película me
la cuenta en la actualidad, con personajes de ahora, estilo
actual,
me habría gustado más. Pero seguir con el neorrealismo es tan
cansino como los franceses cuando se ponen a replicar la nouvelle
vague.
La
directora tiene buen ojo para retratar la vida. Sencilla, dura,
confusa. Con un hálito de poesía, de belleza, de trascendencia.
También la vida es temporal. Sus personajes están contemplados
desde la distancia, sin forzar su interioridad, pero no son
estereotipos, deja que atisbemos, como en la realidad, su unicidad
como personas. Alice
Rohrwacher
sabe
mirar a la gente de la calle.
No
es desde luego para grandes públicos. Tampoco es complicada. Si te
gustó Lazzaro feliz
o Le pupille
también te gustará ésta.
Si no te gustaron, no te esfuerces. Si, al igual que yo, eres capaz
de apreciar el mucho cine que hay detrás pero estás incómodo con
la forma, terminarás tan fascinado como irritado.
Lo
siento: es culpa mía.
El
final es perfecto. Esas rocas que caen, la oscuridad y…
La
historia de un hombre que creía buscar tesoros antiguos pero buscaba
en
realidad a
su esposa. Y
lo demás son quimeras.
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