-Si
me tocas, te quemarás.
Esta
vez André Ovredal se ha pasado un poco de listo. Creo que le iba muy
bien el terror ya fuese en su vertiente humorística original de Trollhunter
o el terrorífico-juguetón de Historias de miedo para contar en la oscuridad. Incluso el sencillo pero eficaz
de La autopsia de Jane Doe.
Aquí
es como si se le hubiera subido a la cabeza y quiere ir de autor para contar
una historia un tanto rarita. Agradezco su intento de enfocar la cuestión
de los superhéroes desde otra
perspectiva, despojándola de la fanfarria infantiloide de Marvel. Pero cuando
te arriesgas a algo así tienes que tener
muy claro cuál será el final. Y el final, por desgracia, es un cliché que, para
más inri, está construido de forma muy artificiosa e inverosímil.
Muy
bonita la escena del puente. El paisaje, la fotografía, los colores, los rayos,
el asfalto derritiéndose… Toda la fotografía de los paisajes noruegos es
espectacular. Ovredal nos demuestra que Noruega es muy bonita.
A
ratos me gustó bastante. Pero ese final arruina muchas cosas.
Los
americanos, por supuesto, quedan fatal.
-¡Thor
es noruego!
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