Cinco
episodios, cinco horas, hasta que la serie empezó.
Durante
esos cinco capítulos farragosos, repetitivos y sin verdadera razón de ser, nos
presentaron no a un abogado sino a un detective, no a un tipo glamuroso sino a
un zarrapastroso, no a un filántropo sino a un rata, no a un caballero sino a
un cavernícola. Además la trama no avanzó en lo más mínimo. Cinco capítulos con
el bebé, la sangre de la azotea, la dentadura de las escaleras, lo malo que es
el malo, lo Hamlet que es el poli negro. En el capítulo 5, al menos, dieron a
Perry Mason su profesión original (tachán, truco de magia).
Y
la serie empezó. Una serie de 3 capítulos y 5 de relleno. 8 horas de las que se
pudieron eliminar las primeras 5 sin problema.
Los
tres últimos no están mal. Tampoco son especialmente buenos. La investigación
policial no es muy brillante y todo el jaleo de esa iglesia guiada por Tatiana
Maslany tiene mucha menos relevancia de lo que parecía. De hecho sorprende
lo poco importante que es al final.
La
resolución vuelve a traicionar el espíritu de las novelas. Las novelas siempre acababan
bien porque tenían que mostrar el genio de Mason. La peli deja las cosas en un
punto insatisfactorio. Que sí pero no.
Resumiendo:
para los fans de Perry Mason
será un desastre. Para los que buscan algo policial o de cine negro existen
muchas cosas mejores. Lo peor es que si no hay segunda temporada nadie la
echará en falta.
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