El
SPAC tuvo sus momentos de gloria en la zona de Pas de Calais. Ahora es un
equipo venido a menos. Y tras un gol en fuera de juego, tras una gresca y tras
partirle la cara al árbitro, todos los jugadores están suspendidos por lo que
queda de temporada. El SPAC se juega su desaparición. El entrenador (Kad
Merad) sólo ve una solución: fichar a las mujeres del pueblo.
Una
de esas comedias francesas sobre gente corriente. Todo amable, todo buen rollo,
todo buenas intenciones y todo previsible. Lo mejor es que los personajes suenan
a auténticos. Los guionistas tienen control para no desmadrarse con
excentricidades pero se sueltan lo suficiente para resultar entretenidos. La desventaja
es que no hay un giro notable.
Hay
unos cuantos buenos momentos. A mí, que no me tira nada el fútbol, me gusta el
fichaje de las jugadoras o las mujeres entrenando mientras los padres sacan a
los niños al parque. Y la voracidad con la que ellas comen al volver a casa.
El
feminismo francés es muy distinto del americano. Me parece mucho más sano el
francés. La peli no aborda el tema de forma doctrinaria y directa sino con la
exposición de hechos divertidos. No es demagógico, sino práctico. Cuando los
hombres dejan de jugar al fútbol para que jueguen las esposas se producen
cambios. Positivos, pero también algunos negativos. Que las mujeres hagan lo
mismo que los hombres no significa la llegada automática del paraíso. Y aunque
sea bueno el cambio de roles es preciso considerar muchas otras cosas
igualmente importantes.
Por
otra parte a mí me sigue llamando mucho la atención el contraste entre la
comedia francesa parisina y la comedia francesa de provincias.
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