Western
australiano contemporáneo.
Un
pueblo perdido en la nada, dos jóvenes que desaparecen, un pedófilo que sale de
la cárcel, un asunto de drogas, un terreno bajo el que hay un acuífero e
intereses políticos. La jefa de policía (impresionante Judy Davis a sus
65 años) pide la ayuda de un inspector de la ciudad. Le mandan a Jay.
Me
gusta mucho su ritmo lento, que no te expliquen muchas cosas, que vayas
descubriendo trama a medida que lo hacen los polis. Me gusta la dinámica entre
los dos. Me gusta cómo se dibujan los conflictos de ambos. Y me gusta el modo
de filmar el calor, el sudor, las vidas al límite de la pobreza.
Sorprende
los muchos temas que acumula sin que resulte confusa. La hija de Jay y los
problemas que van tras ella por culpa de él son otra capa más añadida que se
entrelaza con facilidad. Jay es nativo y eso no le facilita las cosas como
poli. Despreciado por los nativos, despreciado por los blancos.
Es
una de esas series policiacas que aprovecha para diseccionar una sociedad,
describirte un ambiente, explicarte por qué las cosas son como son. Qué ha
llevado hasta ese punto. Una historia general y de individuos particulares con
matices, aristas y espolones. Y conviene no fiarse de las apariencias.
6
capítulos que cuentan muy bien lo que quieren contar.
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