La
película es, básicamente, un tostón. También es una prueba de que Netflix y la
animación, generalmente, no se llevan bien.
El
punto de partida promete algo diferente, algo macarrilla, algo rompedor en
planteamientos. Tipo Una serie de
catastróficas desdichas. Cuatro hermanos que deciden enviar de
vacaciones a sus egoístas padres. Y si no vuelven, tanto mejor. Quieren
“orfanarse”.
La
primera pega que le pongo es que tarda casi media hora en llegar al meollo de
la cuestión. La segunda pega es que su diseño es excesivamente simplón en
algunos momentos, incluso para un diseño simple que, obviamente, no tiene por
qué ser malo. La tercera pega es que ese montaje acelerado, con muchos planos y
caos, no cuenta nada y, en realidad, la mayor parte del tiempo no pasa nada.
Además,
aunque a la animación se le permitan los excesos y la locura, es necesario un
mínimo de lógica. Hasta los niños exigen un mínimo de coherencia para que
podamos encontrarle el sentido. Y aquí todo es puro capricho.
Mucho
alboroto y poco fondo. Y no tanta imaginación como sus responsables creen.
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