Cuatro
ladronzuelos de poca monta, sin nada que perder, deciden arriesgarlo todo y
planean el atraco a una casa ilegal de juegos de la mafia. La cosa es que se
llevan un dinerillo y los discos duros para que no les reconozcan. No han caído
en que, con los discos, va toda la información sobre la mafia. Y eso es peor
que el dinero.
135
minutos que no parecen conocer la idea de la elipsis. Nos cuentan todo, los
paseos por la calle, las charlas intrascendentes… Nos explican todo
minuciosamente como si el espectador tuviese pocas entendederas. Prolongan
situaciones tensas hasta que se vuelven aburridas.
Y
la historia no está mal del todo aunque tampoco tenga nada de original. Atraco
y el verdadero problema posterior: cómo huir. Sólo que no se puede contar de
este modo.
Hay
un cierto tono futurista, una Corea en la miseria, repleta de polución,
manifestaciones obreras, una Corea que es un suburbio. Y tampoco queda claro a
qué viene eso porque su repercusión en la trama principal es mínima por no
decir nula.
Los
coreanos necesitan lecciones de tiro. Creo que nunca se han gastado tantas
balas para acertar tan poco.
El
final, esa es la parte meritoria, no es lo que uno espera. Pero tampoco es nada
excepcional que compensé el abultado metraje.
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