No
es una de las películas más conocidas de Kurosawa, pero no desmerece del
resto de su filmografía. Sigue siendo una película extraordinaria.
Un
empresario recibe una llamada. Han secuestrado a su hijo y piden 30 millones de
yenes como rescate. Enseguida se descubrirá que los secuestradores se han
equivocado y tienen al hijo del chófer.
La
primera hora transcurre íntegramente dentro de una casa. Es teatral. Disecciona
minuciosamente argumentos éticos y conflictos personales, laborales y sociales.
¿Pagar o no pagar? Una clase práctica de filosofía moral.
La
hora y veinte restante es la investigación policial. Probablemente la
investigación más precisa, exhaustiva, quirúrgica, analítica, sin flecos y sin
casualidades que se ha realizado en la historia del cine. Un ejercicio brutal
para exponer cómo trabaja la policía. Estamos en 1963, ojo. Algo semejante a lo
que hizo Rififi en el lado
opuesto, en el reverso criminal, con ese atraco.
Muchos
han intentado repetir cosas parecidas después sin lograrlo. Porque lo llamativo
de Kurosawa es que pese a tantas conversaciones y diálogos continuos,
jamás aburre. Leves toques de humor (adoro a ese poli con pinta de bruto
soltando la lagrimilla), salas abarrotadas, salidas al exterior y un montaje de
enorme precisión hacen que los 143 minutos no pesen en ningún momento.
Con
esa fotografía en blanco y negro qué acierto son las camisas blancas de los
policías en las reuniones, las gafas de sol del secuestrador, el momento casi
expresionista de la yonqui y decenas de detalles más.
¿Buscas
una buena peli policiaca? Pues ahí la tienes. Y con un fondo antropológico muy
interesante.
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