Una
película bien extraña, original.
Dura
55 minutos, se rueda en Cuba (supuesta isla de Guava), es un cuento, es un
musical, es un drama, arranca como animación… Es esa utopía de que “una canción puede cambiar el mundo”.
La
isla de Guava podría ser un paraíso pero se encuentra bajo la dictadura de Red
Cargo. Una república bananera. Donald Glover vive con Rihanna. Él
va a dar un concierto gratuito para toda la isla. Red Cargo le avisa de que no
lo haga.
Es
una historia muy simple, directa, al grano. Pero se pueden hacer diferentes
lecturas porque, al fin y al cabo, es un cuento. Contra el capitalismo, contra
el comunismo o, incluso, contra las casas discográficas si buscamos metáforas
con retranca. Es una declaración a favor de la música alternativa, es un sueño
acerca de un mundo que podría ser feliz. Tiene ideas apañadas como el pájaro
azul o la seda azul.
También
es curiosa la atmósfera que crea, esa isla, esas gentes, esa planificación que
en el momento culminante da un vuelco y se vuelve expresionista. Y pasado el
momento regresa a la luz y el color.
Muy
peculiar. Donald Glover y Hiro Murai tienen ideas extrañas pero
logran que le funcionen.
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