-Un
frigorífico no da libertad.
Las
cosas iban por el buen camino con la policía deteniendo a los malos
hasta que llegó Patricia
Highsmith
y creó a Tom Ripley: sinvergüenza, ladrón, estafador, asesino…
Tom Ripley, siempre a punto de ser atrapado y siempre evadiéndose en
último instante. Highsmith
cambió nuestro punto focal y nos hizo ponernos en la piel de la
persona más amoral.
Cuando
comenté Las dos caras de enero
dije que Highsmith
me parecía inadaptable. Pues bien: Steven
Zaillian
la ha adaptado. Ripley
me parece una serie buenísima, empezando por esa alucinante
fotografía de Italia en blanco y negro que convierte cada plano en
algo digno de admirar. Maravillosa. Y por eso no importa la calma del
ritmo, porque te quedas mirando cada encuadre de duro contraste,
porque la minuciosidad de los hechos posteriores a los asesinatos de
los capítulos 3 y 5 (planificar, borrar huellas, hacer frente a los
imprevistos) recuerdan a Rififi.
Por
eso y, claro, porque el guion está muy medido. Todas esas
conversaciones ociosas son ocasión de “entrenamiento” para la
farsa posterior de Ripley. No sobran los paseos, las visitas a
correos, a ver arte italiano, ese amigo ocasional que aparece… Está
muy bien hilado. Esa vida hedonista que viven los protagonistas, la
contempla el espectador en una creciente tensión. Aquí la acción
no son tiros ni movimiento agitado. Aquí la acción significa calma
tensa, peligro latente. Un hombre jugando a ser unas veces Tom Ripley
y otras Richard Greenleaf.
Andrew
Scott
hace una interpretación magnífica. Me encanta también toda su
simbología: iconografía religiosa, Caravaggio,
escaleras (ascenso y descenso social, situación laberíntica)… Y
tantísimos detalles. Qué gracia lo de las llaves del Fiat. O esa
sangre en la bañera. O la ceniza en el arma homicida.
¡Y
qué pasada de fotografía! ¿Lo dije ya? De verdad. Me parece
increíble el esfuerzo que se ha puesto para que cada plano sea
bonito. Hacía
mucho que no veía una serie con tal nivel de adicción.
-La
luz. Siempre es la luz.
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