Si
los blancos se ponen nerviosos o incómodos pasan cosas malas. Así
que hay
una sociedad de magos negros que se dedica a que los blancos estén
tranquilos y relajados.
Lo
primero que uno puede pensar es que, para entender esta película,
hay que ser estadounidense. Pero resulta que a los gringos, blancos o
negros, no les ha hecho ninguna gracia. No le ven la gracia a una
parodia de Harry
Potter
en la que la magia de los negros se usa para complacer a los blancos.
No se han reído. ¿Por qué será? La han masacrado.
A
mí no me parece tan mala y hasta me gusta gran parte de su elegante
planificación. Pero una cosa es cierta: no funciona ni el chiste ni
el mensaje. Lo primero por escaso y lo segundo por explícito. Me
atrevería a decir que tanta verbalización impide la existencia de
gags. Nadie se ha parado a pensar en unos cuantos gags mágicos para
explicar, visualmente, lo que sienten los negros americanos.
Hablarlo, repetir obviedades, no lo hace más interesante.
En
cuanto nuestro protagonista tiene su primer cliente los problemas de
ritmo se hacen muy evidentes. Nos adentramos en un comedia de oficina
(tipo The
Office,
tipo Mythic
Quest: banquete de cuervos)
en la que no tiene nada, absolutamente nada que aportar.
No
me ha parecido tan mala como la ponen por ahí pero está claro que
le falta mucha magia.
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