Se
trata, al igual que Cientos de castores,
de una película muy friki, muy personal, un juguete en el que
alguien pone muchísimo empeño con poco presupuesto.
Riddle
of Fire
sorprende en primer lugar por que está rodada en 16 mm. y tiene una
fotografía ochentera muy característica. Recuerda inmediatamente a
Cuenta
conmigo
o Los
Goonies.
También llama la atención que viene a ser un cuento de hadas de
fondo medieval pero desarrollado en la actualidad.
Dos
niños y una niña roban una consola pero necesitan la contraseña de
la tele para poder jugar. La madre, enferma
(algo así como la princesa encerrada en la torre), sólo les dará
la contraseña si le hacen un pastel de arándanos.
Y
a partir de ahí empieza una aventura en los bosques, con una bruja,
sus malvados secuaces y la hija de la bruja que es mejor que su
madre. El huevo moteado que deben conseguir puede ser el Tesoro, el
Anillo o el arcano que uno desee.
Hay
cosas tan peculiares como ese niño que habla algo confusamente y le
ponen subtítulos, las pistolas de pintura de aire comprimido, las
bicicletas motorizadas o una banda sonora que va desde tonalidades de
trovadores al tema de Holocausto
caníbal.
A
veces hablan como si estuviesen en una leyenda antigua.
Un
adulto puedo verla como una película simpática, pero no le va a
inquietar o emocionar en ningún momento. Para un niño, en cambio,
pueden resultar confusas las fronteras
difusas entre bien y mal, los conflictos familiares (una mamá mala)
y otros temas no muy infantiles.
No
sé a quién recomendarla.
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