Es
indigerible, pero es admirable el esfuerzo, la pasión y la fe
(absolutamente injustificadas) que los responsables han puesto en su
proyecto. Es necesaria la energía y el estado de excitación propio
de un niño para construir todos esos gags de modo tan rudimentario,
cutre y entusiasta.
La
película es una majadería sin precedentes. Rodada en blanco y
negro, sin apenas diálogo (hay alguna canción), con aire de ser de
la década de 1920 para justificar lo mamarracho de los efectos
especiales.
Mike
Cheslik
y Ryland
Brickson Cole Tews
han hecho una peli para pasárselo bien. Pasárselo bien ellos. A mí
me parece que tiene unos pocos gags afortunados, la mayoría
mediocres, alguno desafortunado. Pero me la he visto entera (en ratos
de 20 o 30 minutos) porque realmente admiro su tenacidad en las
gamberradas extravagantes. Y en su capacidad para liar a amigos que
les sigan en la locura y se atrevan a disfrazarse de castores,
conejos, perros, caballos… Es como ver a Silvestre
y Piolín o
El
Coyote y el Correcaminos
pero en imagen real y con humor adulto y macarra.
Se
hace pesada, repetitiva y cansina. El montaje falla. Creo que al
menos en eso debieron esforzarse para no hacerlo cutre ya que en
ocasiones resulta algo confuso. Aunque probablemente a nadie le
importa ni un mínimo de coherencia.
Muy
estúpida pero a veces te sorprende con momentos loquísimos. Mi
momento preferido es el ataque de los lobos. Tú verás si te merece
la pena arriesgarte. Igual tienes suerte y encaja con tu sentido del
humor.
Los
créditos iniciales empiezan a la media hora y el título aparece a
los 75 minutos.
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