Marie
Tessier, directora de una ONG, está en el baño de señoras cuando
recibe una llamada del presidente nombrándola ministra de
Exteriores. El primer marrón ya está en marcha: un secuestro de
rehenes en el Sahel.
Se
trata de una sátira política. Ahora bien, no es el estilo corrosivo
de Iannucci
ni la ironía de Noé
Debré
en Parliament.
Es una comedia suave basada en situaciones graves a las que se les
aplica un coeficiente de reducción para que aparenten cierta
cotidianeidad.
Me
parece bien como comedia. No me parece bien como crítica política.
De hecho se compadecen mucho de los políticos. Como si se apiadaran
de sus vidas duras, de lo que trasnochan, de sus problemas
familiares… Y por ahí no paso. ¡Como si tuvieran derecho a
escribir cartas lacrimógenas a la ciudadanía lamentándose
de lo privilegiados que son! Que una cosa es humanizarlos y otra
pensar que no son sociópatas.
Ahora,
en serio, me parece que la
comedia se queda coja.
Voy
a quejarme de esto por primera vez: es demasiado inteligente.
Hay
diálogos, gags, ideas sutiles y sugerentes
pero se rompe el equilibrio,
hay
una disonancia entre la comedia
de situaciones absurdas
y el drama
de
diálogos brillantes.
Me
parece muy divertido lo del presidente que se cree más progre porque
masca chicle, el pescado seco de Eslovenia, la encuesta de
satisfacción durante el periodo de secuestro, no beber para no tener
que ir al baño y aguantar más que los demás, el chófer flipado
con Kouchner,
el pastor de cabras (qué maquina)…
Está
bien esa consideración acerca de que la sede de la Unión Europea
está en una ciudad triste y gris. En Lisboa otro gallo nos cantaría.
O en Río.
Léa
Drucker
está muy bien en un papel al que es difícil pillarle el tono. 6
capítulos de media hora.
-Ya,
ya… Los franceses nunca tenéis culpa de nada.
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