9/4/24

Orah

2005. Nigeria. Orah tiene 15 años. Un día mata a un hombre. Orah deja a su hijo con su madre y emigra. 17 años después es taxista en Canadá. Para poder traer a su hijo con ella acepta cierta operación misteriosa de lavado de dinero.
Sale mal. Orah busca cómo hacer justicia.
La película tiene claros problemas de desarrollo. Plantear la situación inicial le lleva mucho tiempo y avanzar definitivamente hasta el nudo le cuesta trabajo en la labor de montaje. También es excesivamente discursiva, testimonial y social. Aunque es una película canadiense, el equipo es en su mayor parte de orígenes nigerianos. Quiero decir que tienen una voluntad de denuncia y eso suele ser un problema: se sienten obligados a explicar todo lo que está mal en su país.
Ahora bien. Hay ideas que me gustan. Porque uno, que vive en occidente, se piensa que la policía, la diplomacia y la política funcionan igual en todas partes. Y no es así. Hay culturas que tiene otras filosofías de la vida, otras percepciones acerca de, por ejemplo, los derechos de los delincuentes.
Orah no se vengará con una ración de tiros. Orah denuncia a los criminales a la policía de Nigeria. Y los métodos policiales son más que suficientes. Luego habrá juicio o no pero el asesino en cuestión (y sobre todo alguien de su familia) ya paga una buena parte en el proceso.
Lo que se puede transportar con un pasaporte diplomático…
Aunque, claro, ese mismo sistema facilita estructuras corruptas. Al final las cosas terminan como tienen que terminar. Me gusta que sea un final crudo y descarnado.
La venganza no es lo dominante en la película. Es un drama familiar, es una crítica social, es una denuncia de la corrupción… La parte de “acción” sirve de anzuelo para sostener lo demás. Abarca demasiado y se vuelve difusa y poco incisiva.
No va muy allá pero está bien echar un vistazo a este tipo de cinematografías. No hay mucho presupuesto pero la planificación es decente.

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