Si hubieran quitado 7 minutos habría quedado un telefilm de
sobremesa un poquito por encima de la media.
Unos
asesinatos en Edimburgo parecen cometidos por un asesino en serie que
estuvo antes en Estados Unidos.
Yo
veo en el reparto a Samuel L. Jackson junto a Vincent
Cassel y voy de cabeza. Y es un error. No sé si afearle más sus
convencionalismos o su aburrimiento. El ritmo es un horror. No se
puede ser más convencional en su estructura. Asesinato, sospechoso,
interrogatorio. Y repetimos. Por supuesto el sospechoso no es el
culpable porque tiene que seguir muriendo gente y repetir el ciclo.
Los
conflictos de los personajes no pueden ser más anodinos, más
sobados. Pura rutina.
Y
cuando llega el giro sorpresa es tan ridículo, apoyado tan
artificiosamente en “hechos” que lo sientes como un chiste, una
tomadura de pelo. Pero lo cierto es que era eso o era algo obvio, así
que tuvieron que hacer la cabriola.
Ni
siquiera aprovechan gran cosa los escenarios escoceses.
Mala
y de
bostezo.
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