Debra Granik suele hacer películas
durillas. Si viste Winter’s Bone
entenderás a qué me refiero. No dejes
rastro se encuentra en ese universo de la América profunda con chicas
adolescentes fuertes.
Un
padre y su hija viven en los bosques, alimentándose de lo que cazan. Rara vez
bajan a la ciudad. Pero un día la policía da con ellos y tratan de
civilizarlos.
Granik pudo en Winter’s Bone buscar otros
derroteros explicativos sobre el mundo de las drogas en los pueblos perdidos de
Estados Unidos. Aquí pudo ser también discursiva acerca de la civilización, la
cultura, la educación. Pero no es eso lo que busca. Es esa relación entre padre
e hija, un drama que apenas se enuncia verbalmente pero que expresa en gestos y
acciones los sentimientos de ambos. Amor, desinterés, búsqueda de lo mejor para
el otro… y la necesidad de que cada uno encuentre su camino.
Sabemos
que el padre perdió a su esposa y estuvo en la guerra. Podemos especular a
partir de ahí, pero nada más. Es interesante la hija, descubriendo su camino en
el mundo, la tensión entre lo quiere, lo que debe, lo que busca. Thomasin
McKenzie (la chica judía de Jojo Rabbit)
está espléndida en su interpretación.
No
es una peli adecuada si buscas algo alegre pero es un buen drama, sobrio, lleno
de sensibilidad.
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