-¡Ahora
tengo marido!
-Sí.
Y es tan útil como un cubo sin fondo.
Comienzos
del siglo XX. La vida de las mujeres negras no es fácil en EEUU. Se les cae el
pelo pues no tienen agua corriente, se alimentan mal y conviven entre productos
químicos nocivos. Sarah Walker ideó una línea de cosméticos y una cadena de
peluquerías con 10.000 trabajadores. Se convirtió en la primera millonaria afroamericana
del país. Y se compró una mansión al lado de la de Rockefeller.
Si
tienes en el reparto a Octavia Spencer y a Carmen Ejogo
difícilmente puede salir mal. Pero como ocurre con tantos biopics da la sensación de que la vida real de Sarah Walker debió
ser más interesante que lo que cuenta la serie.
Un
ejemplo: Ni Addie era tan mala ni Sarah tan buena. Eran dos tipas con una
ambición enorme y un carácter muy fuerte. Puedes tomarte licencias, lógicamente,
pero la cuestión es que, tal como nos las presentan, se han perdido matices, se
esquiva la profundidad psicológica y se simplifica: una buena, otra mala.
Otras
cosas se introducen por corrección política (no hay pruebas de que la hija de
Sarah fuera lesbiana) y se sienten como pegotes en la trama porque debería
estar explicándonos otras cosas.
Hay
algo esencial, básico, que se queda en los márgenes del guión y el celuloide.
Yo habría preferido ver eso. La rivalidad real con Addie, las complejas
relaciones reales con la hija.
Así
que no es una serie fiable para conocer a la mujer. Es una serie entretenida,
sin dificultades, sencilla y prefabricada. Para pasar el rato está bien, nada
más. Son cuatro capítulos y eso la hace muy asequible.
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