Una
botánica ha desarrollado una planta cuyo aroma hace feliz a la gente. La
bautiza como Little Joe.
Hay
colores cálidos, amables. Pero la dirección de la austriaca Jessica Hausner
es fría, distante, con interpretaciones secas. Al igual que hiciera en Lourdes o Amour Fou, resulta aséptica, geométrica, tan esterilizada como
los invernaderos en que los protagonistas trabajan. Hay también una morosidad
de la acción donde todo se cuece a fuego lento.
En
todos estos aspectos recuerda a su compatriota Michael Haneke. Y de
hecho pensé que Little Joe
viene a ser una especie de La invasión
de los ultracuerpos dirigida por él. O por ella, claro.
Porque
la planta hace feliz a la gente pero, creada estéril por cuestiones de
seguridad y comercialidad, también hace algo más.
No
es para grandes públicos pues puede llegar a resultar exasperante. Me interesó
su soterrada crítica científica. Cómo cualquier jugueteo con la genética puede
tener repercusiones inesperadas. También eran graciosos (a su modo raro) los
celos profesionales y la competitividad de los científicos. Que vienen a ser,
por otra parte, el desencadenante de ese saltarse las reglas e ir un pasito más
allá de la línea de la ética.
Rarita.
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