Una
sorpresa. Quizá la última del año. Me ha gustado mucho su planteamiento, su giro a otro género hacia el
que te han dejado pistas, el modo de resolverlo.
Chloe
tiene 7 años y nunca ha salido de casa. Su padre la mantiene encerrada porque
dice que quieren matarles los malos. El padre sólo sale de la casa, ocasionalmente,
para comprar suministros. Un día llega el heladero Snowcone y logra que Chloe
salga de casa. Quizá papá no estaba tan trastornado como parecía.
Durante
el primer tramo nos muestra una historia de padre chalado e hija secuestrada.
Pero hay diálogos, situaciones e imágenes en la tele que te dejan ver que ahí
pasa algo más. Snowcone va a descubrirle a Chloe muchas cosas que ignoraba y la
niña tendrá que aprender rápidamente quién es ella y cuando confiar en unas
personas o en otras.
Si
de mí dependiera pondría a Zach Lipovsky y Adam B. Stein
(directores y guionistas) junto a Julia Hart (la directora de Fast Color) a dirigir todas las
películas de superhéroes de DC y de Marvel. Dejándoles libertad, claro. Porque
demuestran originalidad. O, al menos, perspectivas diferentes. Y con un
presupuesto evidentemente ridículo sacan oro de las estrecheces.
La
película se sostiene no por un aluvión de efectos especiales sino porque, en su
mayor parte, el drama funciona muy bien. Es un historia con fuerza, con
momentos que impactan y con una ambigüedad que no te deja tranquilo. Porque esa
niña (y te pones de parte de la niña) se las trae. Y sabes que en el futuro…
Hay algunas escenas interesantes en sus juegos visuales y que aportan unos toquecillos de humor.
Muy
bien Emile Hirsch y Bruce Dern. Amanda Crew y Grace
Park logran transmitir intensidad pese a la brevedad de sus papeles. Y Lexi
Kolker, la niña, está perfectamente elegida. Todo está en su sitio en esta peli.
Inquietante,
a ratos perturbadora y con la suficiente fuerza como para mantenerte atento en
el sillón.
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