Deathstalker
fue una de las peores cosas que le pudo pasar al cine de espada y
brujería de los 80. Se ganó mala fama y luego era difícil lograr
financiación para propuestas decentes.
Eran
pelis malas a rabiar. En aquel entonces, cuanto más bajo era el
presupuesto más desnudos gratuitos había (para
economizar en vestuario, supongo).
Y el presupuesto de Deathstalker
era paupérrimo. Tan escaso que, a medida que iban haciendo pelis de
la saga, usaban metraje de las anteriores películas para ahorrar. La
IV, ya en el año 1991, era básicamente una mezcla de escenas de las
tres anteriores -y de algún spin-off
como las
dos
Barbarian
Queen-
con unos añadidos nuevos. Lo curioso es que cuanto peor era la peli,
resultaba casi seguro que harían otra. La gente las veía para
despiporrarse; en VHS, claro, no en cine. Hasta que en los 90
cambiaron las mentalidades. Y ya no podían hacerlo peor, la verdad.
Por
eso he flipado cuando veo que reinician Deathstalker.
Sigue
siendo serie B. Presupuesto bajo. Pero es deliberado. La película es
un homenaje, pura nostalgia, al cine de espada y brujería de los 80.
Efectos prácticos, decorados falsos, esqueletos a lo Ray
Harryhausen, muñecos, prótesis… Nada de ordenadores.
Una
aventura ochentera salida de un juego de rol de fantasía. El
guerrero se topa con el mago torpe y luego con la ladrona. Y forman
un equipo para derrotar al Mal. Recuerda a Madmartigan y Willow con
Sorsha, a Luke Skywalker con Yoda y Leia… A todos esos equipos de
inadaptados itinerantes que salvan el mundo.
La
peli tiene muchísima sangre. Borbotones de sangre. Desmembramientos,
cabezas serradas, arrancadas, monstruos babosos, asquerosas
resurrecciones…
Sólo
para melancólicos de la magia de los 80 que sepan apreciar aquellas
historias cutres hechas con el corazón. No esperaba nada, es
entretenida pero, sobre todo, sabe tocar la esencia de lo que habla.

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