Ése
es precisamente el principal problema de la película.
Robert
Guédiguian dirigiendo con Ariane Ascaride y Jean-Pierre
Darroussin interpretando han hecho juntos unas 20 películas. Que
en realidad son la misma.
Los
tres comparten ese idealismo marxista que se lleva muy mal con la
lucha de clases. Sí: es raro. Pero a ellos les sirve. Personajes con
dificultades económicas, en situaciones precarias, que salen
adelante gracias a la solidaridad universal de otra gente buena. Ah.
Qué bonito es el marxismo.
Y
qué anticuado se ha quedado.
Maria
atiende las necesidades de varios ancianos. Sigue una rutina para
organizarse y cumple su trabajo con verdadero cariño hacia aquellos
a los que cuida. Y también se lleva de vez en cuando 10 euros por
aquí y otro poco más por allá. Hasta que una concatenación de
circunstancias deja al descubierto su negocio paralelo.
Su
primera mitad es asequible. Dulce, amable, pero con un fondo de
verdadero drama, la exposición al desamparo de unos y otros. El
descubrimiento de los pequeños latrocinios comporta un salto al
melodrama que no encaja mucho. Aparece una trama de adulterio a la
que puedes encontrarle lógica pero que inevitablemente resulta
forzada en su inicio, desarrollo y abrupto final. Ocupa demasiado
metraje sin ser la razón de la trama principal.
En
cualquier caso me parece poco serio toda esa bondad que hace llorar.
Los intérpretes, eso sí, han trabajado tantas veces juntos que su
química es brutal.
Bien.
Amable y eso. Pero demasiado ternurismo y buen rollo. Creo yo. Igual
el nuevo marxismo buenista va por ahí. Pero me da que el mundo no
funciona así.

No hay comentarios:
Publicar un comentario