Una
película que conjuga política, investigación policial y terror.
Política.
Baramulla está cerca del Himalaya, pertenece a la India pero su
población es mayoritariamente musulmana. Expulsaron con violencia a
los pandits y quieren anexionarse a Pakistán. La radicalización a
la yihad es un tema candente y la situación un polvorín.
La
investigación policial. Deriva de lo anterior. Ridwaan especula con
la posibilidad de que los niños hayan sido secuestrados para ser
convertidos en terroristas suicidas.
La
trama de terror: la familia de Ridwaan se aloja en una casa en la que
unas sombras se deslizan por las paredes.
Las
tres cosas funcionan muy bien. Tal vez algo peor la trama policial
pero reserva una sorpresa para el final, además de ir acompañada de
tiroteos solventes.
La
cuestión política está tratada con fuerza dramática y violencia
cruda. Quieren dejar claro las injusticias que se cometieron en
Cachemira. Hay torturas, asesinatos brutales. Muy en la línea india
cuando se ponen serios.
La
trama de terror tiene sus buenos sustos y maneja muy bien la tensión.
La
película, a grandes rasgos, está bien dirigida. Tiene sus defectos
típicos: el poli no hace caso de las evidencias sobrenaturales,
cambian de conversación o de escena cuando se avecina una
revelación… Pero la planificación y la fotografía están muy
cuidadas. El montaje funciona perfectamente para lo que se quiere
contar.
Hablar
del conflicto de Cachemira, sin más, tal vez no habría sido
atractivo. Con el envoltorio que le han dado es difícil resistirse.

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