Ha
Soo-yeong fue una policía condecorada. Hoy sale de la cárcel
después de dos años. A la salida le esperan un fiscal y una mujer
con negocios de dudosa reputación. Ha sólo quiere que alguien le
pague lo que le prometieron por su silencio.
Mientras
Ha estaba en la cárcel, ocurrían cosas en el exterior. Lo que el
espectador hace es acompañar a Ha en la reconstrucción de esos dos
años: quién murió, por qué, quién tomó el relevo, quién fue
despedido, quién fue a menos, quién trepó.
Es
un pequeño puzle de intrigas, mentiras y traiciones. Tiene una buena
dirección y una estupenda labor de fotografía. El guion se sostiene
sobre largas conversaciones generalmente pausadas que van alimentando
el suspense.
Me
gusta porque las situaciones no se desarrollan ni acaban como uno
espera. Ese duelo en la carretera es bien extraño o ese intercambio
de rehén por dinero. Se salen por completo de los clichés. Esos
guiones que huyen de lo repetitivo son muy difíciles de escribir.
Fascinante
cómo la otra mujer, Jeong, juega a ser triple o cuádruple agente,
tratando de estar bien con todos para ver quién queda al final. Y
Andy la oveja negra de la familia que no para de pifiarla y que aúna
muy bien maldad y estupidez. Brutal el monje budista del final.
Se
alarga demasiado en esa secuencia de la carretera y en el desenlace,
pero es una buena historia dentro de ese género: qué haces cuando
sales de la cárcel.
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