Knox,
asesino a sueldo de un mafioso, tiene demencia galopante (enfermedad
de Creutzfeldt-Jakob).
Dispuesto a dejar el negocio recibe la visita de su hijo con
el
que no se
habla.
Ayudar a su hijo significa trazar un minucioso plan en el que no
caben olvidos.
Michael
Keaton
se rodea (él mismo dirige) de un buen reparto de secundarios, como
diciéndose que, por muy mal que salga, estos tipos me cubren las
espaldas: Al
Pacino,
Marcia
Gay Harden,
James
Marsden.
Pienso
que habría sido muy tentador centrarse en ese plan magistral, en el
efectismo de un crimen perfecto. Sin embargo es algo relativamente
poco trascendente y, a su manera, sencillo.
Lo
que quiere contar Michael
Keaton
es esa relación entre padre e hijo, hablar de lo que al final de la
vida nos resulta verdaderamente importante y sobre todo cómo, junto
a la angustia de saber que se
pierde
la memoria, hay cierto alivio porque se
desea olvidar ciertas cosas. Knox
enfoca su futuro con serenidad gracias al olvido del mal que ha
hecho. Enfocado de forma literal es una forma de redención bastante
horrible y no sé si hay que verlo de forma metafórica. Porque la
verdad es que la mayoría de los personajes que aparecen son bastante
impresentables: Miles
autoconvenciéndose de que no es un asesino e incluso
la ex (no quiero tu dinero) parece que al final tiene principios
relajados. Por no hablar de otros personajes del entorno.
Buena
película. Bien rodada, con ritmo. Siete semanas conviviendo con
personajes inmorales cuyo principal alivio es el olvido.
El
equipo policial queda un tanto relegado (en cuanto a caracterización)
para el tiempo que tiene de pantalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario