El
primer empujón para ver esta serie provino de mi hermana. No habría
sido suficiente de no ser por la presencia de Karen
Gillan,
que para mí fue una de las mejores companions
de Doctor
Who
(Amy Pond). Luego descubrí que su presencia se explicaba porque allí
y aquí está el mismo showrunner:
Steven
Moffat.
Y eso se completa cuando veo a Alex
Kingston
que fue River Song, la esposa que el Doctor no sabía que tenía por
cosas de los viajes temporales (líos con el antes y el después).
Douglas
es el presentador estrella de las noticias. Un día alguien comenta
que dijo un chiste sexista en una boda.
Steven
Moffat
es, por lo general, palabras mayores. Me parece que traza un guion
brillante. Ni tan pedante/idealista como Sorkin
ni tan ácido/cínico como Ianucci.
Se mueve entre ambos y, tal vez por eso, suena muy real.
Y
ese es el problema: es una serie engañosa y cobarde. Me gusta cómo lo cuenta,
pero no lo que cuenta. Los dos primeros capítulos tienen aire de
comedia, aire de cuestionar la cancelación, aire de demostrar que
nos estamos pasando. Aire de dejar claro que una cosa es lo personal
y otra lo profesional. Me parecía estar viendo, más elaborado, ese
discurso viral de Rowan
Atkinson
en defensa del humor políticamente incorrecto. Pero entonces llegan
los dos últimos capítulos. Y no se puede ser más políticamente
correcto: todos los hombres son iguales y todo lo que digan es
sexista simplemente porque lo dicen hombres. Y todas las mujeres,
aunque estén en desacuerdo, viven la sororidad.
Empezamos
bromeando sobre si se puede hacer un chiste pero no hay respuesta:
habla de otra cosa objetivamente mala y nos lo vende como si fuese
igual de malo que el chiste.
Hay
un momento brillante en la serie, cuando aún nadie sabe qué chiste
dijo o si realmente lo hubo. La propia productora de Douglas
aprovecha ese vacío informativo para inventar ellos mismos el
chiste: ni mucho ni poco. Ya sabes: controlar el relato.
Creo
que hay dos series. Los dos primeros capítulos hablan acerca del
humor incorrecto, los dos últimos de acoso sexual. Por separado
habrían sido interesantes. Muy bien escrita, inteligente, bien
montada. Pero manipuladora, muy especialmente en el modo en que
ridiculiza al humorista. Muy curioso: queda fatal hacer humor.
También
se podría hablar acerca de buscarse ídolos humanos y de la
inevitable decepción que eso supone. Y de otros temas.
Cuatro
capítulos que, sin duda, dan para debatir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario