No
esperaba gran cosa y, sin ser uno de los grandes peliculones de Tim
Burton, el resultado es bastante bueno.
No
es sólo una decente continuación de Bitelchús (si
hay que esperar 36 años a tener la idea adecuada, se espera) sino
que viene a ser una recopilación del universo burtoniano.
Tenemos
desde un guiño reciente a Miércoles (muy buena la
presentación de Monica Bellucci) a evocaciones de sus modos
de hacer favoritos (una secuencia en stop motion, otra en
blanco y negro, dos números musicales, muy bueno el de la estación
de metro del inframundo…). Y te descubres pensando ahora en La
novia cadáver y después en Frankenweenie.
Además,
aunque use el CGI de ahora, disfruta con los efectos especiales de
toda la vida, con esos conceptos arquitectónicos expresionistas, con
un deliberado tono cutre, especialmente en la invención de
criaturas. No es capricho. Todo eso crea una atmósfera muy
particular, un estilo inconfundible. Redondeado por el apoyo de la
música de Danny Elfman…
Está
esa estética tan gótica y decenas de ideas peculiares: la música
del funeral, la casita del árbol de ese chico y tantas y tantas
ocurrencias macabras.
Tres
generaciones de mujeres, Catherine O’Hara, Winona Ryder
(que ya estuvieron en la primera, 36 años, recuerda) y Jenna
Ortega, se toparán con ese zafio mamarracho que es Bitelchús.
Qué bien se lo pasa Michael Keaton dando vida a ese ser
repugnante.
No
digo que tenga sentido ni que funcione de principio a fin, pero es
divertida y, desde luego, mucho más imaginativa que el 99% de
películas que se hacen. El problema que le veo es que Burton
se dejó llevar: le sobran personajes y tramas, creo yo. Y se le va un
poco la pinza al final.
Sólo
para aquellos que disfrutaron con la de 1988.
Y,
por cierto, esto son gusanos de arena, y no los de Dune.
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