La
abuela tiene cáncer. Le queda, tal vez, un año de vida. Su nieto,
M, decide irse a vivir con ella y cuidarla, a ver si hereda algo.
La
vida misma. Es una de esas historias que por su propia sencillez
alcanzan a ser universales. Es tailandesa y es para todo el mundo. La
muerte de la abuela: una experiencia que comparte la humanidad
entera. Podrán tener otro sistema sanitario, otros rituales
funerarios, otras costumbres ancestrales. Pero precisamente esas
particularidades son las que ayudan a resaltar la experiencia común.
Es
una familia normal. Abuela, dos hijos y una hija, una cuñada, un
nieto y una nieta. Unos hijos son mejores, otro es la oveja negra…
La abuela, si algo tiene por experiencia, es sabiduría.
Una
pequeña historia deliciosa, intimista, con sus momentos de comedia,
de drama, de comidas compartidas, de disputas familiares… Algún
momento es más fuerte, más devastador, otros traen alivio.
Famlia,
amor, compañía… La película dura dos horas pero tiene un ritmo
preciso y un desarrollo adecuado. Siempre estás pendiente de la
pantalla, del próximo evento en esa familia.
Ni
un rastro de sentimentalismo, simplemente la narración de lo que es
esencial en la vida. Y en la muerte.
El
título español es una tontería.
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