16/1/24

Jawan

-Me llamo Vikram Rathore
Él solito va a arreglar la India: las deudas de los agricultores, la sanidad pública, industrias sin seguridad, pondrá en el trullo a los ministros corruptos, los mafiosos, fabricantes de armas… Vikram Rathore es lo que necesitamos en este país. En todos.
No tiene sentido evaluar este tipo de películas indias con los criterios habituales. La trama es de cuento de hadas, las soluciones ñoñas, jamás se toman las interpretaciones en serio… Sólo quieren ver un final feliz precedido de bailes y acción y romance. Da igual cómo lo encajes, da igual si no encaja. Es más: parece que, cuanto más inverosímil, mejor.
Las escenas de acción son un más difícil todavía, el único límite es la fantasía: si pueden imaginarlo les sirve. Esa cámara lenta, ese frenesí, esa moto con ese puro… Y todo explota y muchos lloran y venga otro baile multitudinario. Es el melodrama reconvertido en épica descomunal para transformarse en algo cursi y emocionalmente satisfactorio.
A ver. Un alcaide que usa a sus prisioneras para operaciones criminales (justicieras) ya debería hacernos cuestionar algunas cosas. Pero como va a más, como se vuelve más loca a cada paso, el inicio ya no parece tan demencial y dices: ah, pues será normal. Y esa boda sube la apuesta y siguen pirueta tras pirueta sin frenarse en ningún momento. Porque da igual. Hemos venido a quedar satisfechos.
Y lo mismo te recuerda a La casa de papel que a El rey león (dos veces, flipas) o persecuciones en autopistas que sólo pasaban en Matrix o silbidos que se parecen sospechosamente a El bueno, el feo y el malo.
Shah Rukh Khan interpreta a dos personajes: el padre y el hijo. Y qué bien se lo pasa.
2 horas y 50 minutos: la mayor campaña publicitaria para decir: VOTA.

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