15/12/20

Nieva en Benidorm

Mi relación con el cine de
Isabel Coixet es tormentosa, llena de altibajos, de enamoramientos y divorcios, acercamientos y rupturas, de para siempre y nunca jamás. Porque lo mismo te ofrece una delicia como La librería o algo como esa serie sobre comida y romance de cuyo nombre no quiero acordarme.
Nieva en Benidorm es una película extraña. Es la historia de un hombre bueno en un mundo infernal, el mundo materialista de Benidorm donde la falsa alegría oculta la soledad de toda una sociedad. Eso lo transmite muy bien. Una Benidorm onírica, alucinada, sumida en un sinsentido. Y Timothy Spall (qué gran actor) se sumerge desconcertado en un territorio que no está hecho para él, un vagabundeo en busca de un hermano, de una felicidad inalcanzable, de amor en el precipicio de la vejez.
Es una película bonita, enormemente triste, con un resquicio de esperanza. Coixet sabe retratar el averno de Benidorm con belleza, una belleza que se resquebraja, los atractivos efímeros que nos autodestruyen. Lo eterno, lo trascendente, queda reducido a un juguete que cabe en la palma de una mano.
Algunas cosas me resultan caprichosas, aleatorias, me suenan a ocurrencias encajadas de modo forzado sin mucha razón de ser. Algunas metáforas me parecen demasiado obvias. Pero el conjunto es bastante sólido. No sé si es su mejor película, pero sí la más arriesgada, la más madura.

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