Ryan
es un chef con deudas. Huye a un país latinoamericano aprovechando
que un amigo suyo, también chef, está allí para preparar una cena
lujosa. El amigo se suicida, él adopta su nombre y los problemas
surgen cuando le explican qué clase de plato tiene que preparar.
Digamos
que es una mezcla entre Ripley
y Hannibal.
A mí me atrae más por lo primero que por lo segundo. Esa ambiente
exótico,
el extranjero perdido que busca sacar partido de cualquier
oportunidad, la asunción de otra identidad que es preciso sostener
en situaciones críticas… La inmoralidad despreocupada.
Un
tipo que se enreda cada vez mas en sus mentiras.
Me
gusta el detective Ruiz. En la mayoría de pelis le dicen a un poli
que Fulanito no está y el poli dice que ya volverá. Ruiz dice que
tienen asientos cómodos y ahí se queda lo que haga falta. También
hay algún truco barato en el cambio de conversación, pero todo no
se puede tener.
Obviamente
turbia, retorcida. No tiene la sutilidad de las historias de Ripley
y quedan cosas sin explicar o no del todo convincentes. Pero está
bien cómo construye la atmósfera, cómo expresa ese mundo de ricos
que hacen el mal sin remordimientos, sin traumas, felices, encantados
de correr riesgos.
A
Nicholas Tomnay le gusta dirigir pelis de este estilo. Ya
había filmado El perfecto anfritrión con la que tiene
muchos puntos en común, especialmente en el modo de construir y
mantener la tensión.
La
cuestión de los finales. En esta ocasión no se trata tanto de que
guste o no, de que quede abierto o no. Simplemente pienso que se
podría haber logrado algo mejor.
No
está mal pero el guion debió macerarse un poco más.

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