Encadenó
5 películas consecutivas que son clásicos y todas de género
diferente. Cuenta conmigo (1986), La princesa
prometida (1987), Cuando Harry encontró a Sally
(1989), Misery (1990) y Algunos hombres buenos
(1992). Alucinante.
Creo
que, sin un poco de reflexión, uno no es consciente de lo sencilla
que es Misery y de lo impactante que resulta. Te deja
imágenes en la memoria marcadas a fuego. Podrás olvidarte de dónde
dejaste las llaves, podrás olvidarte de cómo se llama tu madre,
pero jamás olvidarás esa maza y esos tobillos.
Sí.
Hay más gente por ahí. Pero básicamente nos centramos en James
Caan y Kathy Bates. Annie Wilkes es uno de esos personajes
que pasan a la historia del cine. El rango de expresividad, los
cambios de humor en un instante, la medidísima gestualidad
demostraron lo que una gran actriz puede hacer. Desde la
manifestación de admiración hasta la loca de atar total caben
muchos matices. Y Kathy Bates los interpretaba todos. Una
expresión, giro de la cabeza, otra expresión radicalmente distinta.
Escenarios
mínimos (y una excelente planificación), dos personajes de peso y
un guion con un desarrollo milimétrico, sobrecogedor, angustioso.
La
historia (Stephen King) era, en el fondo, ajustar cuentas con
los críticos literarios (advenedizos o profesionales). Pero más
allá del subtexto era una película de terror de verdad, de las que
no hay casi ninguna.
De
las que te hacen gritar de dolor.
Y
salía Lauren Bacall un ratito. Si es que más no se puede
pedir.

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