4/12/25

La batalla de los simios gigantes

No sólo de
Godzilla y King Kong se alimentan los kaijus japoneses. O tal vez sí porque, en el fondo, era el mismo perro con distinto collar.
Sanda es un simio criado dentro del proyecto Frankenstein. Aunque relativamente bien tratado por los humanos decide largarse a la montaña. Sin embargo surge del mar otro como él en versión malvada: Gaira.
Ahí va algún despiece de la trama pero créeme que es lo de menos. La película tiene una cosa muy mala y otra muy buena. La mala es el guion. Y no es necesario profundizar. Salta a la vista que al director le importaba un bledo lo que el texto escrito dijera porque él iba a hacer una sucesión de escenas sí o sí. Las tenía en la cabeza y si el guionista lograba hacerlo coherente, bien. Y si no, también.
Lo bueno es que estamos en 1966 y la calidad visual de efectos especiales es imponente. Te hace cuestionar seriamente en qué desperdician los millones hoy en día todas esas pelis basadas en efectos especiales.
Con dos tíos disfrazados, maquetas y una habilidosa planificación en profundidad sorprende lo verosímil que resulta. La escena de apertura, un kraken contra Gaira es fabulosa (recuerda: 1966). Técnicamente parece 20 años adelantada a su tiempo. Añade unas cuantas escenas de caos de masas y destrucciones varias (bosque y ciudad) y tienes un producto muy disfrutable.
Eso sí: sin guion. No se te ocurra prestar atención al guion.

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