Creo
que lo mejor de Pluribus es cómo explora todas las
posibilidades, la casuística, el “¿qué pasaría si…?” No se
limita a presentar la cuestión sino que desarrolla cada una de
ellas. Si están todos, si se van, si daña a alguien (repetidas
veces), si contestan, si no contestan. Sin prisa. Provocando alergia
a los que buscan acción. Te mandamos un dron y recogemos la basura,
por ejemplo. Y las consecuencias.
Tras
el apocalipsis más amable, cordial y espeluznante que hemos visto en
una pantalla, tras el terror que supone que todo el mundo esté a tu
servicio, tras lo atroz de una mente colmena que anula la
individualidad, la temporada tiene un único propósito: que Carol
Sturkas y Manousos Oviedo lleguen a conocerse. ¿Poca cosa? Tal vez.
Pero tienen que suceder acontecimientos sorprendentes para que tal
circunstancia llegue a darse.
Vince
Gilligan nos plantea una distopía que no se parece a ninguna
otra que hayamos visto, con ese estilo tan peculiar que ya empleó en
Breaking Bad o Better Call Saul, esa
seguridad en sí mismo que sabe encuadrar una escena y desarrollarla
con calma, consciente de que va a enganchar; con esos planteamientos
tan dispares que inició en Expediente X: una misma
realidad contemplada desde diversos puntos de vista. ¿Estamos ante
unos nuevos Mulder y Scully?
Me
encanta su drama, sus propuestas para pensar, su humor inesperado.
Carlos Manuel Vesga ha estado, por el momento, contenido en su
papel, que es lo que le toca (salvo ese grito, traumático,
divertidísimo), igual que Karolina Wydra en su sempiterna
sonrisa. Bien. Rhea Seehorn da un recital, como ya sabíamos.
Muy
sorprendente.
La
leche.
La
leche en pequeñitos tetrabriks.

No hay comentarios:
Publicar un comentario