25/12/25

Pluribus. Temporada 1

-Si la simpática vuelve a pedir mi número la mandáis a cagar.
Creo que lo mejor de Pluribus es cómo explora todas las posibilidades, la casuística, el “¿qué pasaría si…?” No se limita a presentar la cuestión sino que desarrolla cada una de ellas. Si están todos, si se van, si daña a alguien (repetidas veces), si contestan, si no contestan. Sin prisa. Provocando alergia a los que buscan acción. Te mandamos un dron y recogemos la basura, por ejemplo. Y las consecuencias.
Tras el apocalipsis más amable, cordial y espeluznante que hemos visto en una pantalla, tras el terror que supone que todo el mundo esté a tu servicio, tras lo atroz de una mente colmena que anula la individualidad, la temporada tiene un único propósito: que Carol Sturkas y Manousos Oviedo lleguen a conocerse. ¿Poca cosa? Tal vez. Pero tienen que suceder acontecimientos sorprendentes para que tal circunstancia llegue a darse.
Vince Gilligan nos plantea una distopía que no se parece a ninguna otra que hayamos visto, con ese estilo tan peculiar que ya empleó en Breaking Bad o Better Call Saul, esa seguridad en sí mismo que sabe encuadrar una escena y desarrollarla con calma, consciente de que va a enganchar; con esos planteamientos tan dispares que inició en Expediente X: una misma realidad contemplada desde diversos puntos de vista. ¿Estamos ante unos nuevos Mulder y Scully?
Me encanta su drama, sus propuestas para pensar, su humor inesperado. Carlos Manuel Vesga ha estado, por el momento, contenido en su papel, que es lo que le toca (salvo ese grito, traumático, divertidísimo), igual que Karolina Wydra en su sempiterna sonrisa. Bien. Rhea Seehorn da un recital, como ya sabíamos.
Muy sorprendente.
La leche.
La leche en pequeñitos tetrabriks.

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