Ya
lo he dicho pero lo repetiré: Jane Austen no era romántica. Cuando
muere, en 1817, faltaban dos años para que el término romanticismo se acuñase
en el sentido que le damos hoy. Y en sus novelas, aunque haya matrimonios y
amores, lo que prima es el dinero y la posición social, el equilibrio por encontrar
la pareja adecuada en la casta adecuada (mejor si es trepando, claro). No es romántica ni temporal ni ideológicamente.
Esta
nueva versión de Emma es rarita. Lo mejor que se puede decir es que ha corrido
algunos riesgos y eso se agradece. Otra cosa es que algunos de esos riesgos me
gusten y otros no.
Emma, ciertamente, es la novela de Jane Austen
con más tono de comedia de enredo. La chica rica y bonita que va liándola con
sus manipulaciones de casamentera para suplir la falta de amor en su vida. Pero
no me gusta que esa comedia esté llena de personajes ridículos, todos
excesivamente histriónicos. Tampoco me gusta el recargamiento visual. Es una
adaptación muy rococó.
Sí
me gustan otras muchas cosas. Hay planos concretos muy bonitos, hay agilidad en
la narración y hay algunas ideas conceptuales interesantes.
La
directora se ha esforzado por crear una óptica nueva pero lo mejor, por
supuesto, sigue siendo el texto. Otro detalle a favor de la directora es que sí consigue aquello que escribió Jane Austen: Voy a elegir una heroína que, excepto a mí, no gustará mucho.
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