Sigue
la estela de Bron/Broen en el
sentido de que se trata de la colaboración de dos policías de dos países
distintos cuando se encuentra un cadáver en la frontera.
En
este caso es la montaña entre Alemania y Austria. La poli alemana (Julia Jentsch)
es amable, alegre y se lleva bien con todos sus colegas. El poli austriaco
quiere deshacerse de sus obligaciones, es tosco, normalmente con resaca y muy
cerrado.
Los
primeros capítulos bordean el terror. Como en Néboa hay detrás una leyenda, la del Krampusch. Hay una secta
en las montañas. Hay unos entornos endogámicos. Es una trama angustiosa,
opresiva. La nieve y la montaña se vuelven casi claustrofóbicas. Hay un aire
macabro y los crímenes son retorcidos. Lo bueno es que se trata de algo más ambiental
que explícito, más atmosférico que concreto. La música apoya muy bien ese juego
agobiante.
A
medida que transcurre la trama lo convencional se impone. Una vez creada la
atmósfera y presentados los personajes (incluso sabremos pronto quién es el
asesino), la historia se inclina más al juego del gato y el ratón.
Me
gustan los protagonistas. El poli austriaco, abrumado por su pasado pero muy
inteligente y capaz de manejar situaciones complejas de modos inesperados. Y la
poli alemana, menos santa de lo que parece.
La
escena final es fastidiosa. Porque todo pudo acabar bien y mira tú: pues no.
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