Entiendo,
en principio, la postura de los directores. Ruedan de un modo muy distinto al
convencional para lograr algo convencional: ritmo, agitación, caos. En ese
sentido se agradece que se escabullan de los conceptos habituales.
Pero
percibo ruido, palabrería, rodaje improvisado con cámara al hombro. Hay a veces
7 personajes hablando a la vez, durante minutos y minutos sobre una nadería
(una puerta atascada, por ejemplo), con la cámara tan pegada a ellos que no se
distingue apenas lo que sucede. Así que logra lo que, probablemente, pretenden:
es agotadora, mareante, confusa.
Ahora
bien. La trama es muy exigua, la complejidad del argumento nula. Y por tanto
ese rodaje me parece mero artificio. En lugar de 135 minutos pudo durar 20. O
300 y dejar noqueados a los espectadores.
El
embrollo aparente de este joyero con deudas de apuestas es, cuando te paras a
pensarlo, muy simple. La agitación convulsiva de la técnica no se corresponde
con lo que está sucediendo.
Dicen
que a Adam Sandler debieron nominarle al Oscar. No lo veo. Ha abandonado
sus comedias sin gracia para demostrar que puede hacer un drama, pero
reconozcamos que tampoco exhibe muchos registros. A mí me recordó, demasiado, a
la agitación de Nicolas Cage.
No
me gusta.
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