Rachel
Currin trabaja para el Mossad. Se ha infiltrado en Teherán y trata de averiguar
cosas sobre el programa nuclear.
Un
problema evidente es que, tras La chica del tambor, sabe a bastante poco. Pero aun sin ese problema, la
película tiene otros aprietos que hacen que pierda pie. Hay una morosidad
innecesaria y, para compensar, tramas que aparentan complejidad pero que
resultan artificiosas y, a la postre, irrelevantes.
Están
Diane Kruger y Martin Freeman como protagonistas, pero no pueden
hacer nada con un guión y dirección que son fríos, distantes, escasamente
dramáticos. Además es muy lineal en la narración, sin sorpresas y el suspense
bastante escaso. Se plantea al inicio la intriga de qué puede haber pasado con
Rachel pero la evolución de la historia va por otro lado y sólo al final
recupera algo del pulso.
Flojita.
Con el amplio panorama de pelis de espías que existen se siente como algo
torpe.
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